La vitrina interior
Quizá el revestimiento que ha construido la imagen propia del género esté también ligado al mito histórico de la supuesta fragilidad o vulnerabilidad de la mujer. Durante los años Setenta, el rechazo rotundo de este estereotipo terminó modelando una imagen libertaria: una dialéctica negativa (o de oposición) en la que los roles, culturalmente atribuidos, fueron drásticamente subvertidos.
Así, el imaginario de lo femenino reconfigurado –del cual echan mano la publicidad o las revistas de moda- cuyo ojo explora las sendas no siempre multitudinariamente transitadas de la seducción, ha terminado por colocar al lado de la ama de casa o de la pin-up de vitrina, a la trabajadora, a la empresaria, a la que lucha en pos de la justicia social o a la irremediablemente indómita.
Sin embargo, estas imágenes, por su carácter ‘aspiracional’, se adaptan a los tiempos manteniendo su función de alimentar una espectacularidad hoy triunfante y lubricar con ella, los nuevos territorios de la oferta y la demanda.
Flavia Meléndez hace uso de estas imágenes –en su caso tomadas de diversas revistas- para deslizar la mirada a un lugar distinto al de la sola fascinación por los patrones, caídas y entalles de las telas, cortes y costuras. Su intensión, en parte, es sondear en la resonancia de un ámbito instintivo que se agita y esconde debajo de la piel– propia o ajena, natural o sintética- que lo envuelve.
No se trata de un proceso de extracción de capas –como en una cebolla- sino de vestir e inscribir el cuerpo con el propio pensamiento, aquí silencioso, a fin de que este sea una suerte de tajo que nos permita contemplar la estructura concéntrica del bulbo –nuevamente, como en una cebolla- desde el núcleo hasta su membrana más delgada, seca; ya reluciente, lisa, rugosa o translúcida.
Emilio Tarazona
Setiembre, 2007
Quizá el revestimiento que ha construido la imagen propia del género esté también ligado al mito histórico de la supuesta fragilidad o vulnerabilidad de la mujer. Durante los años Setenta, el rechazo rotundo de este estereotipo terminó modelando una imagen libertaria: una dialéctica negativa (o de oposición) en la que los roles, culturalmente atribuidos, fueron drásticamente subvertidos.
Así, el imaginario de lo femenino reconfigurado –del cual echan mano la publicidad o las revistas de moda- cuyo ojo explora las sendas no siempre multitudinariamente transitadas de la seducción, ha terminado por colocar al lado de la ama de casa o de la pin-up de vitrina, a la trabajadora, a la empresaria, a la que lucha en pos de la justicia social o a la irremediablemente indómita.
Sin embargo, estas imágenes, por su carácter ‘aspiracional’, se adaptan a los tiempos manteniendo su función de alimentar una espectacularidad hoy triunfante y lubricar con ella, los nuevos territorios de la oferta y la demanda.
Flavia Meléndez hace uso de estas imágenes –en su caso tomadas de diversas revistas- para deslizar la mirada a un lugar distinto al de la sola fascinación por los patrones, caídas y entalles de las telas, cortes y costuras. Su intensión, en parte, es sondear en la resonancia de un ámbito instintivo que se agita y esconde debajo de la piel– propia o ajena, natural o sintética- que lo envuelve.
No se trata de un proceso de extracción de capas –como en una cebolla- sino de vestir e inscribir el cuerpo con el propio pensamiento, aquí silencioso, a fin de que este sea una suerte de tajo que nos permita contemplar la estructura concéntrica del bulbo –nuevamente, como en una cebolla- desde el núcleo hasta su membrana más delgada, seca; ya reluciente, lisa, rugosa o translúcida.
Emilio Tarazona
Setiembre, 2007
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