jueves

La vitrina imaginaria de Flavia Meléndez


La vitrina interior

Quizá el revestimiento que ha construido la imagen propia del género esté también ligado al mito histórico de la supuesta fragilidad o vulnerabilidad de la mujer. Durante los años Setenta, el rechazo rotundo de este estereotipo terminó modelando una imagen libertaria: una dialéctica negativa (o de oposición) en la que los roles, culturalmente atribuidos, fueron drásticamente subvertidos.

Así, el imaginario de lo femenino reconfigurado –del cual echan mano la publicidad o las revistas de moda- cuyo ojo explora las sendas no siempre multitudinariamente transitadas de la seducción, ha terminado por colocar al lado de la ama de casa o de la pin-up de vitrina, a la trabajadora, a la empresaria, a la que lucha en pos de la justicia social o a la irremediablemente indómita.

Sin embargo, estas imágenes, por su carácter ‘aspiracional’, se adaptan a los tiempos manteniendo su función de alimentar una espectacularidad hoy triunfante y lubricar con ella, los nuevos territorios de la oferta y la demanda.

Flavia Meléndez hace uso de estas imágenes –en su caso tomadas de diversas revistas- para deslizar la mirada a un lugar distinto al de la sola fascinación por los patrones, caídas y entalles de las telas, cortes y costuras. Su intensión, en parte, es sondear en la resonancia de un ámbito instintivo que se agita y esconde debajo de la piel– propia o ajena, natural o sintética- que lo envuelve.

No se trata de un proceso de extracción de capas –como en una cebolla- sino de vestir e inscribir el cuerpo con el propio pensamiento, aquí silencioso, a fin de que este sea una suerte de tajo que nos permita contemplar la estructura concéntrica del bulbo –nuevamente, como en una cebolla- desde el núcleo hasta su membrana más delgada, seca; ya reluciente, lisa, rugosa o translúcida.

Emilio Tarazona
Setiembre, 2007

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