domingo

A propósito de la Metamorfosis en la obra de Patricia Eyzaguirre

Mucho puede decirse acerca de la relación de un artista con su obra. En principio podríamos decir que al hacer el artista su obra, esta simplemente es un producto de el. Pero si lo que queremos es acercarnos realmente a la relación artista-obra, tendríamos que renunciar a ese esquema de una sola vía y abrirnos a otro tipo de relación un poco más compleja.

Este podría ser el primer paso –imprescindible-para asomarnos a la obra de Patricia Eyzaguirre. Al conversar con ella podemos rápidamente advertir que la relación que mantiene con su obra no puede ser pensada como una relación sujeto-objeto. Para empezar, habría que decir que cuando esta artista crea, no crea objetos. El grado que le otorga a lo que crea no es ese. En su caso, más que de creaciones se trata de criaturas: no se desenvuelven como objetos, se desenvuelven como seres.

Como seres, tienen un nacimiento. Acontecen, surgen. Irrumpen en el espacio-tiempo. También se modifican, cambian. Jamás los concluye: los abandona.
Esto se hace más evidente aún en la temporalidad presente en ellos. Atendiendo a ella, nos encontraremos con un tiempo que no es lineal. Como la artista bien dice, “es un tiempo que no tiene nada que ver con el real”. En efecto, no se trata del tiempo objetivo sino de uno más propio: un tiempo inmanente.

A través de la superposición de materia, el ocultamiento de unas formas , el surgimiento de otras, este tipo de temporalidad se manifiesta, dejándonos en claro el punto de partida: la propia experiencia.

Como ella misma nos cuenta, su proceso creativo inicia en la propia experiencia. A partir de sus vivencias, o mejor dicho, con ellas, compone, descompone, juega, crea. Nunca hace boceto. Como en la vivencia misma, no hay lugar a ensayo previo. En sus mismos procesos intervienen los materiales: lleva la oscuridad de un periodo a su pintura, cierra etapas cerrando maletas, muda de piel envolviendo en papel a una muñeca. A tal punto está integrada la obra a la vivencia que difícilmente podríamos escindirlas.

“Metamorfosis” podría ser un claro ejemplo de esto. En ella, la artista nos entrega su vivencia a través de trabajos de pintura, collage y dibujo realizados en distintas épocas. Quizás sea esto último (el que sean trabajos de distintas épocas) lo que mejor evidencie la sinceridad de la muestra. Dado que las obras ya existían y no requirieron ser creadas especialmente para ella, podemos palpar fácilmente que se trata de un proceso vivido y no creado.

Posiblemente esta apertura a los otros de algo tan intimo como este tipo de proceso nos sorprenda, pero en el caso de esta artista, el rol que juegan los otros es esencial.

Así como sus obras nacen de su propia experiencia y participan de sus procesos, estas necesitan de la interacción con el otro para seguir haciéndose, creciendo. De este modo, la importancia del dialogo espectador-obra se subraya, adquiriendo un valor fundamental para la constitución de la obra misma.

En consecuencia, lo que la obra de Patricia Eyzaguirre nos demanda no es mera contemplación sino, ante todo, participación. No nos pide ser simples espectadores sino ser espectadores-participantes, espectadores-constituyentes, en pocas palabras: intervenir en la obra misma entrando en conversación con ella. Es así como, mediante este tipo de dialogo, sus trabajos pueden volverse también nuestros, haciéndolos atravesar de esta manera la esfera de lo privado, para que, luego, ellos como seres, se transformen, se emancipen y trasciendan.

Sandra Rivera Florez

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