jueves

Crítica de Ana María Battistozzi


¿Hasta dónde lo abstracto continúa siendo abstracto?

De los diversos usos y acepciones que se le han asignado a la palabra abstracción, hay uno fundamental que remite a la historia del arte. Puntualmente a ese momento, a comienzos del siglo XX, en que el arte y los artistas eligieron darle la espalda a la percepción habitual del mundo y sus modos de representación. Como es sabido, esa pérdida de relación con el mundo de las apariencias, provocó estupor y en gran medida contribuyó a la sucesión de perplejidades que habría de deparar la modernidad artística con su permanente innovación.Así la abstracción fue un medio para expresar sentimientos, estados interiores y más precisamente la búsqueda de la pintura hacia sí misma, un camino que la llevó a despojarse de todo lo que no era esencial. Ya en el círculo de Gauguin, el artista y poeta Nabis, Maurice Denis había señalado el rumbo: "antes que un caballo, campo de batalla, un desnudo o cualquier anécdota, una pintura es esencialmente una superficie plana cubierta de colores y formas reunidas en un cierto orden."Sin embargo aquellas formas y colores que llegaron a conformar el repertorio de la abstracción, hoy ya no producen estupor. Lejos de ello, se han convertido en parte natural de nuestro entorno cotidiano, articulan nuestro universo de signos y nuestros códigos de visión. Es desde este lugar que las nuevas generaciones de artistas se relacionan con los sistemas de la abstracción y asumen naturalmente como propia una tradición cuyos orígenes resultan demasiado distantes como para que sus problemas vuelvan con el mismo vigor. Así, más cerca del ornamento que tan vehementemente deploró el arquitecto vienés Adolf Loos, la obra de María Paula Caradonti, recupera con desenfado todo lo que la modernidad heroica hubiera descartado de plano. Superficies, rosas y rojas que exhiben la cualidad del charol y se superponen en diseños inciertos que remiten indistintamente a estructuras celulares, flores, mandalas o estrellas. Su trabajo complejo y minucioso recupera con insistencia lo manual en el textil pero también participa de una modesta producción industrial de montajes y costuras. Coincidentemente y por azar, la obra de Diego Acuña también se apropia en parte del seductor universo de los textiles. Los fondos de sus pinturas son enigmáticos porque en realidad no son pinturas. Son superficies de color que el artista ha tomado de la producción industrial e interviene pictóricamente para lograr una suave transparencia. Su raro virtuosismo evoca, también indistintamente, placas de estudio de diagnóstico médico o bien un sutil sistema ornamental. Es así, tras el quiebre de aquella modernidad que motorizó los orígenes de la abstracción, ya no hay direcciones heroicas. Estas obras, como la mayoría del presente, parecen empeñadas en defender cuestiones mucho más modestas; tan sobrias como la predilección por lo ornamental o el uso de signos asociados a lo personal. Y esto último es lo que hacen Renata Moroni y Gabriela Caregnato, cuyas obras parecen coincidir en el rol que le asignan a la línea para producir señalamientos que tienen mucho de privados. En la obra de Renata la línea procede del lenguaje de la arquitectura, la profesión que, en su vida, desplazó la vocación de pintar. De manera informal, se desliza en bocetos sobre la superficie limpia que demarca y señala de aquí para allá. Las direcciones no siempre coinciden, pero siempre hay un centro que convoca desde lo afectivo o lo formal. En la obra de Gabriela Caregnato la línea, es una escritura imperfecta y apresurada que participa de un impulso constructivo que asocia con el colage. Sus trabajos se perfilan como una notación de lo próximo; una suerte de diario de viaje o un almanaque espacial que da cuenta de cruces de tiempo y espacio. Así su experiencia, registrada y acumulada, encuentra en el sistema de superposición y fractura del colage la forma más precisa de expresión.Así arribamos inevitablemente al interrogante que plantean esta serie diversa de formas abstractas:¿Debemos insistir en llamarlas abstractas o ya es tiempo de ensayar una denominación más actual, que las abarque desde la nueva realidad que configura la tormenta visual de nuestro día a día.?

Ana María Battistozzi
Buenos Aires, Julio 2007
obra de Mishelle Ramos - Perú

No hay comentarios: